Síntesis y traducción de Gonzalo Martín, 2013 - @Gadabarthes
Mientras la Ciencia Económica ha tratado casi uniformemente la conducta humana como racional, la Psicología casi siempre la ha relacionado tanto con los aspectos irracionales como con los aspectos racionales de la conducta. La Ciencia Económica usa a veces el término irracionalidad, pero de una forma un tanto laxa y extensa (ej. Becker 1962), en tanto que el término racionalidad lo adopta de un modo muy restringido, de tal forma que quedarían excluidos del dominio de la racionalidad muchos de los fenómenos que la psicología sí incluye.
Las personas tienen sus razones para hacer lo que hacen. La sentencia de que cierta conducta es racional o razonable puede alcanzarse sólo si se observa la conducta en el contexto de un conjunto de premisas o "givens". La economía neoclásica considera que la conducta es objetivamente racional en relación con su entorno global, incluyendo tanto el presente como el entorno futuro conforme los actores se desplazan en el tiempo.
En contraste con esto, otras ciencias sociales intentan identificar empíricamente la naturaleza y origen de los valores y de sus procesos de cambio y determinar la selección de aspectos de la realidad que son percibidos y postulados como los "givens" o bases factuales del razonamiento conducente a la acción. Además intentan comprender las estrategias computacionales que se usan en el razonamiento para abordar el análisis de situaciones complejas. Pero también las ciencias sociales pretenden describir y explicar la forma por la que los procesos no racionales (ej. motivaciones, emociones, estímulos sensoriales) influyen desplazando el foco de atención y la definición de la situación que condicionan las bases factuales de los procesos racionales.
Si aceptamos los valores como dados y consistentes, si postulamos una descripción objetiva del mundo como realmente es, y si asumimos que los poderes computacionales generadores de decisión son ilimitados, entonces surgirían dos importantes consecuencias. La primera es que no necesitaríamos distinguir entre el mundo real y la percepción de él que conduce a tomar una decisión: percibiríamos el mundo como realmente es. La segunda es que podríamos predecir las elecciones que tomaría un decisor racional, enteramente de nuestro conocimiento del mundo real y sin un conocimiento de las percepciones y modos de cálculo del decisor en cuestión. Lo único que tendríamos que conocer es su función de utilidad.
Si, por el contrario, aceptamos la hipótesis de que tanto el conocimiento como el poder computacional del decisor están severamente limitados, entonces tenemos que distinguir entre el mundo real y la percepción que de él tiene el actor y su forma de razonar acerca de él. Nuestra teoría debe incluir no sólamente los procesos de razonamiento sino también los procesos que generan la representación subjetiva del actor acerca del problema de decisión, su frame.
Simon 1978/1982
La Economía Neoclásica contemporánea dice proporcionar unas bases "no especulativas" para especificar la forma y el contenido de la función de utilidad, pero su espacio resulta inadecuadamente implementado si nos atenemos a la investigación empírica y al uso de técnicas econométricas. Milton Friedman (1953) nos diría al respecto que tendríamos que concentrar nuestros esfuerzos en probar las conclusiones, no las asunciones. Lo cierto es que a través de numerosos casos apreciamos que las conclusiones dependen en esencia, no de la optimización, como estos economistas pretenden, sino de la asunción auxiliar (no sometida a prueba) de que la interacción de suerte y dotes es aditiva más que multiplicativa, que es lo que la función de utilidad pretende establecer. La maximización utilitaria no es una condición necesaria ni suficiente para una conducta compensatoria.
En una teoría substantiva de la racionalidad no hay lugar para una variable como el foco de atención. Pero en una teoría procedimental puede ser de gran importancia saber bajo qué circunstancias ciertos aspectos de la realidad serán atendidos y cuáles ignorados. Si examinamos la argumentación de Keynes en La Teoría General del Empleo, el Interés y el Dinero (1936), vemos que en casi todos sus puntos se ajusta perfectamente al molde neoclásico de la racionalidad sustantiva. No obstante, las asunciones auxiliares (no importa si las consideramos como "irracionalidades" o simplemente como expectativas) interfieren en puntos que resultan críticos para la explicación del ciclo económico. Una de esas asunciones auxiliares es el postulado de que el trabajo es afectado por la ilusión del dinero (tendencia de la gente a confundir el valor facial del dinero -valor nominal- con el valor de compra -valor real-). La adición de este postulado sería suficiente para explicar el estancamiento económico y desempleo en la teoría keynesiana. El efecto en las teorías del ciclo económico parece residir no en las asunciones de racionalidad sino en las asunciones auxiliares acerca de procesos que la gente usa para formarse expectativas sobre eventos futuros.
Rees (1973, p. 201), en el manual donde expone esta teoría , señala el siguiente mecanismo: "La persona que por sí misma compitiendo entre cientos de ejecutivos más jóvenes, eventualmente accede a la presidencia de una gran empresa, sin lugar a dudas tiene cualidades especiales que dan cuenta de este ascenso, aunque difieren de las cualidades que caracterizan a un científico de éxito o a un comercial. En cualquier situación, un negocio que no funciona como monopolio perdería sus mejores ejecutivos si no tuviese en cuenta esas clases de habilidad que son relevantes para gestionar bien un negocio."
Debería ser esencial, para poder predecir la conducta con mayor precisión, tener una buena información empírica, tanto acerca de los tipos de información a los que el decisor tiene fácil acceso, como acerca de sus creencias y oponiones sobre los mecanismos del mundo sobre los cuales sus decisiones operan. Las fuentes más adecuadas de este tipo de información habrán de ser los estudios directos sobre el comportamiento, los valores, las creencias y las opiniones de los actores.
La Economía Neoclásica atribuye una certeza casi absoluta a la hipótesis de que la gente tiene funciones de utilidad consistentes y que de hecho maximizan sus utilidades en un sentido objetivo. Estos economistas se hallan dispuestos a hacer cualquier asunción auxiliar empírica que sea necesaria para reafirmar el postulado de la maximización de la utilidad, incluso si estas asunciones "empíricas" están sin verificar. Si se les exige una verificación tienden a aferrarse al argumento, que consideran una evidencia, de que esta teoría hace predicciones correctas, y se resisten a tomar en consideración que en vez de ello deberían fijar su atención directamente en los mecanismos de decisión y en los procedimentos. Dada la magnitud del a priori Bayesiano que expresa la confianza en esta teoría y la debilidad de las formas de evidencia indirecta que se utilizan para someterla a prueba, la Economía Neoclásica deviene esencialmente tautológica e irrefutable. Ello, pese a que se puede considerar un fracaso si se observa que la mayor parte de su "acción" -la fuerza de sus predicciones- deriva de asunciones auxiliares (normalmente no sometidas a verificación) que prefiguran el entorno en el cual las decisiones son tomadas. Los ejemplos y experimentos demuestran que las conclusiones más importantes a las que llega pueden ser igualmente alcanzadas, con la ayuda de las asunciones auxiliares, partiendo de otros postulados, como el de que la gente es procedimentalmente racional, y sin necesidad de asumir que maximizan la utilidad.
Por su parte, las teorías conductuales de la racionalidad atribuyen una certeza casi absoluta a la hipótesis de que los actores recurren para tomar sus decisiones a los mismos procesos básicos que han sido observados en otras actividades cognitivas humanas y que estos procesos son ciertamente observables. En las situaciones complejas en las que la información es sumamente incompleta (virtualmente en todas las situaciones del mundo real), las teorías del comportamiento niegan que exista ningún misterioso mecanismo que desencadene una conducta maximizadora de beneficios o utilidades. Lo que estas otras ciencias pretenden, es determinar cuál es el verdadero marco de la decisión, cómo emerge en las situaciones de elección, y cómo, dentro de ese marco, opera la razón. En este orden de complejidad no existe ningún principio rector de la predicción deductiva. Las leyes aparentes de la racionalidad procedimental se aproximan mucho más a la complejidad de la biología molecular que a la simpleza de la mecánica clásica.
Existe en Psicología un importante cuerpo teórico, que ha sido verificado empíricamente, acerca de los procesos que en las personas realmente se producen para adoptar decisiones limitadamente, o "razonablemente", racionales. Este cuerpo teórico afirma que los procesos de elección son sensibles a la complejidad de los contextos de toma de decisiones así como a los procesos de aprendizaje.
La aplicación de esta teoría procedimental de la racionalidad a la economía requiere una investigación empírica mucho más extensa, gran parte de la cual debe centrarse en los niveles micro-micro, para determinar específicamente cómo el proceso se adapta al contexto en los entornos económicos reales, y las consecuencias de la interacción para los resultados de estos procesos. La ciencia Económica sin la investigación psicológica y sociológica que permita determinar los presupuestos de las situaciones de toma de decisión, el foco de atención, la representación del problema, y los procesos usados para identificar las alternativas, estimar las consecuencias, y elegir entre distintas posibilidades, ese tipo de economía es una tijera de una sóla hoja. Debemos ser capaces de sustituir este instrumento por otro que sirva para cortar el velo de nuestra ignorancia acerca del comportamiento racional humano.
La Economía Neoclásica atribuye una certeza casi absoluta a la hipótesis de que la gente tiene funciones de utilidad consistentes y que de hecho maximizan sus utilidades en un sentido objetivo. Estos economistas se hallan dispuestos a hacer cualquier asunción auxiliar empírica que sea necesaria para reafirmar el postulado de la maximización de la utilidad, incluso si estas asunciones "empíricas" están sin verificar. Si se les exige una verificación tienden a aferrarse al argumento, que consideran una evidencia, de que esta teoría hace predicciones correctas, y se resisten a tomar en consideración que en vez de ello deberían fijar su atención directamente en los mecanismos de decisión y en los procedimentos. Dada la magnitud del a priori Bayesiano que expresa la confianza en esta teoría y la debilidad de las formas de evidencia indirecta que se utilizan para someterla a prueba, la Economía Neoclásica deviene esencialmente tautológica e irrefutable. Ello, pese a que se puede considerar un fracaso si se observa que la mayor parte de su "acción" -la fuerza de sus predicciones- deriva de asunciones auxiliares (normalmente no sometidas a verificación) que prefiguran el entorno en el cual las decisiones son tomadas. Los ejemplos y experimentos demuestran que las conclusiones más importantes a las que llega pueden ser igualmente alcanzadas, con la ayuda de las asunciones auxiliares, partiendo de otros postulados, como el de que la gente es procedimentalmente racional, y sin necesidad de asumir que maximizan la utilidad.
Por su parte, las teorías conductuales de la racionalidad atribuyen una certeza casi absoluta a la hipótesis de que los actores recurren para tomar sus decisiones a los mismos procesos básicos que han sido observados en otras actividades cognitivas humanas y que estos procesos son ciertamente observables. En las situaciones complejas en las que la información es sumamente incompleta (virtualmente en todas las situaciones del mundo real), las teorías del comportamiento niegan que exista ningún misterioso mecanismo que desencadene una conducta maximizadora de beneficios o utilidades. Lo que estas otras ciencias pretenden, es determinar cuál es el verdadero marco de la decisión, cómo emerge en las situaciones de elección, y cómo, dentro de ese marco, opera la razón. En este orden de complejidad no existe ningún principio rector de la predicción deductiva. Las leyes aparentes de la racionalidad procedimental se aproximan mucho más a la complejidad de la biología molecular que a la simpleza de la mecánica clásica.
Existe en Psicología un importante cuerpo teórico, que ha sido verificado empíricamente, acerca de los procesos que en las personas realmente se producen para adoptar decisiones limitadamente, o "razonablemente", racionales. Este cuerpo teórico afirma que los procesos de elección son sensibles a la complejidad de los contextos de toma de decisiones así como a los procesos de aprendizaje.
La aplicación de esta teoría procedimental de la racionalidad a la economía requiere una investigación empírica mucho más extensa, gran parte de la cual debe centrarse en los niveles micro-micro, para determinar específicamente cómo el proceso se adapta al contexto en los entornos económicos reales, y las consecuencias de la interacción para los resultados de estos procesos. La ciencia Económica sin la investigación psicológica y sociológica que permita determinar los presupuestos de las situaciones de toma de decisión, el foco de atención, la representación del problema, y los procesos usados para identificar las alternativas, estimar las consecuencias, y elegir entre distintas posibilidades, ese tipo de economía es una tijera de una sóla hoja. Debemos ser capaces de sustituir este instrumento por otro que sirva para cortar el velo de nuestra ignorancia acerca del comportamiento racional humano.
Simon, H.A., "Rationality in Psychology and Economics" The Journal of Business, Vol. 59, No. 4, Part 2: The Behavioral Foundations of Economic Theory. (Oct., 1986), pp. S209-S224.
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