En
tiempos de Ciro, según refiere Heródoto, era costumbre entre los persas
reunirse en casa de algún personaje apreciado para tratar en estado de embriaguez
los negocios de mayor importancia. Y a la mañana siguiente, en
ayunas todavía, el anfitrión debía volver a plantear los acuerdos
alcanzados, para ser ratificados o no.
Igual
sucedía a la inversa, los asuntos que discutían con "sequedad" de
protocolo volvían a someterlos a la húmeda "veritas" antes de
ratificarlos.
Y en
estas, uno se pregunta si podría adoptarse el "método persa" en las
negociaciones entre el PSOE y Unidas Podemos de cara a la investidura. No es
difícil suponer que de esta forma ya se habría llegado -tras las rondas que
hubiese sido menester hasta acabar con las "reservas"- a un acuerdo
satisfactorio para las partes y para el todo. Y es que si algo disipa los
recelos mutuos es el verse en tan lamentable estado como para creerse superior
a nadie que se tambalee como el que más. ¡Cómo no regocijarse viendo a Sánchez e
Iglesias abrazados, entonando el himno de Asturias entre memorandums,
ultimatums, referendums, maremagnums y tedeums! Tal vez la emesis coral sea el
paroxismo connatural a las virtudes del ditirambo.
Hay
una astucia añadida a esta forma de proceder que no debemos pasar por alto:
tener que sentenciar en ayunas y bajo los efectos de una "deliberada"
resaca, surte un efecto salomónico: no está el cuerpo
para poses, tretas ni dilaciones ni tampoco para calcular el precio del postureo
ante el pandemónium de los mercados, o ante el acecho del fascismo, todo
predispone a hacer las concesiones que sean precisas con tal de neutralizar las
troneras parietales y acabar con el suplicio.
Bebamos
juntos pues hasta que nuestros “dobles yo” proclamen aquello que sobrios no
somos capaces de permitirnos ni mentar. ¡Brindémonos la oportunidad mientras la
consciencia aguante!
@Gadabarthes