La Filosofía Hermenéutica de Hans-Georg Gadamer

Gonzalo Martín, 2011 - @Gadabarthes, 2013


La aproximación a Heidegger nos remite a tres círculos sobre los que se centra el interés de su filosofía, el círculo ontológico, que define la naturaleza circular de la existencia humana, el círculo hermenéutico, que describe la naturaleza circular de la comprensión humana y el círculo estratégico que es el que aplica la circularidad hermenéutica a la cuestión sobre el significado de la existencia humana. Para Heidegger, análogamente, la estructura de la comprensión se configura sobre tres componentes: Vorhabe (presuposición o presupuesto), Vorsicht (previsión o manera previa de ver), y Vorgriff (preconcepción o repertorio conceptual). Vorhabe se refiere al acto de poseer previamente algo, la idea holística del fenómeno bajo investigación que incluiría el sistema al cual el fenómeno pertenece. Es algo así como como la posesión de una idea de conjunto del fenómeno. Podemos representar gráficamente la perspectiva Vorhabe mediante el círculo exterior de la figura siguiente.

Vorsicht se refiere al acto de ver anticipadamente el esquema general del fenómeno investigado. Gráficamente se puede representar esta perspectiva mediante el círculo interior de la figura precedente. La diferencia entre Vorhabe y Vorsicht radica en la amplitud del foco. Mientras Vorhabe se refiere al fenómeno y el sistema que lo circunscribe, Vorsicht se aplica al fenómeno en sí. Por último, Vorgriff es el acto de tener de antemano un sistema articulado de conceptos que resulta necesario y útil para capturar los detalles bajo los que se manifiesta el fenómeno en cuestión.
Gadamer desarrolla el legado de Heidegger otorgando al texto una capacidad de interpelación, por la que éste deja de ser mero objeto para obrar una comunicabilidad que es inherente al sujeto; un sujeto lingüísticamente articulado, en su presencia y en su continuidad transpersonal y transhistórica. Frente a Dilthey, Gadamer asume como principio la pretensión de verdad de todo texto. El texto deviene un puntero en una matriz de posibilidades interpretativas que tienden, asintóticamente, a él. La fusión de horizontes se produce cuando en la búsqueda del sentido, “partiendo de una condición común de dependencia de la verdad y de una aspiración a contrastarla y ampliarla”, la interlocución se produce. Esto es lo que progresivamente, conforme se materializan encuentros textualizados en el marco de una culturalidad, va configurando el sentido del mundo. El lenguaje es, pues, una dinámica en la que estamos inmersos. Forma parte del proceso hermenéutico que somos, y es nuestro medio. El lenguaje integra nuestra acción dialéctica en el mundo. Pensamos desde el lenguaje y gracias a él descubrimos la intersubjetividad de toda realidad, incluida la del propio sujeto:
«estar-en-conversación significa salir de sí mismo, pensar con el otro y volver sobre si mismo como otro».
Por la interpretación se cosifican hechos conjugando aflujos de información. La interpretación que emerge de un texto pasa a formar parte de él en su meta-ser y esto constituye un proceso hermenéutico, según la concepción gadameriana, cuando, además, se encuentra en él alguna verdad, o mejor alguna pretensión de verdad que resulte a su vez verosímil, que contribuya a ampliar la nuestra. La verdad hermenéutica es pues un acontecimiento subjetivo-objetivo arrastrado por su propia historicidad.
Toda práctica humana puede considerarse "texto", en sentido amplio, es decir, objeto susceptible de interpretación.
Tres niveles de sentido encierran los objetos interpretables:
  • nivel semántico, (el qué o contenido): como significado inmediatamente dado;
  • nivel sintáctico, (el cómo o el soporte material): como significación mediada; y
  • nivel pragmático, (lo que quiere decirnos): como antropológica e intersubjetivamente entendido.
Para Gadamer el nivel semántico, dialécticamente mediado por los otros, rige la instanciabilidad del texto. El "texto" cobra vida metabolizando nuevas significaciones que le son proveídas por agentes históricamente condicionados. Estos agentes, o intérpretes, participan de la trama textual urdida por el autor proyectando sus propios ser-en-el-mundo sobre los inagotables «estar-en-el-mundo» que el texto invoca.
Gadamer propone una verdad latente, siempre relativa, que vive en las interpretaciones del texto inter-penetradas, y en dependencia tensoactiva de unos patrones en él radicados. El éxito de la interpelación del texto se percibe en la transformación de nuestra realidad concreta que se ha dejado perfundir, por el texto y por la tradición generada por él, en aquello que Gadamer ha denominado fusión de horizontes. Una materia inanimada se sitúa, de este modo, en el punto de engarce de una circularidad hermenéutica que promueve nuevas derivaciones del texto original. La totalidad, a su vez, se convierte en instancia validadora de toda nueva y vieja significación atribuida al universo interpretativo engendrado. Estamos en una circularidad ontológica, en la cual el Dasein en su finitud no puede sino recorrer una geografía comprensiva en continuo cambio. La historicidad de ser y texto obran conjunta y evolutivamente configurando, pues, una unidad distribuida de sentido.
Gadamer otorga al interpretandum una primacía como signo de verdad que se funda en la anticipación heurística de la perfección. En la precomprensión del texto, al que Gadamer denomina "texto eminente", está incluida esa anticipación de la perfección, y eso le torna vector de verdad que admite y exige interpretación. La escritura, como objeto emancipado del autor, comporta el imperativo hermenéutico, porque su aparente fijación de un espacio de verdad es el desencadenante de una anamorfosis veritativa que, no obstante, siempre referirá la verdad originaria.
López Sáenz coincide con H. Albert en su crítica de la hermenéutica por su aproximación marcadamente filológica a toda realidad que ha de entenderse previa o substancialmente textualizada. «La experiencia hermenéutica está entretejida en la realidad general de la praxis humana, donde la comprensión va incluida en la escritura esencialmente, pero sólo de modo secundario. Llega tan lejos como el talante dialogal de los seres humanos». En Gadamer, la hermenéutica conserva sus planteamientos fenomenologistas pero intenta apartarse del psicologismo para enfrentarse al texto eminente, dispuesto a que éste se imprima en el palimpsesto de la racionalidad propia donde es asumido, traducido, deconstruido y reconstruido como parte de la propia identidad.